Aunque suele decirse que el ojo humano es el órgano de
la visión, en realidad es más correcto decir que es el órgano en el que
comienza la visión, la primera etapa de lo que suele denominarse el “sistema
visual humano”. Esta aclaración, no pretende en absoluto desmerecer la
importancia del ojo humano, sino simplemente poner al lector en conocimiento de
que en realidad puede decirse que “miramos con los ojos” pero “vemos con el
cerebro”. Son numerosas las disciplinas científicas (óptica, fisiología,
neurología, psicología, etc.) que investigan sobre distintos aspectos del
sistema visual humano. Todas ellas intentan dar explicaciones a las distintas
etapas del complicado proceso que hace que, a partir de la luz emitida por las
fuentes o reflejada por los objetos, mediante su absorción en los fotopigmentos
retinianos y la transmisión de una serie de impulsos eléctricos a través de
nuestro sistema nervioso, se forme finalmente en nuestro cerebro una determinada
imagen del mundo exterior.
El ojo humano puede considerarse un sistema óptico
(conjunto de superficies que separan medios con diferente índice de refracción),
que permite formar la imagen de objetos exteriores en el plano de la retina. La
córnea y el cristalino son los dos componentes ópticos del ojo humano que
modifican las trayectorias de la luz haciendo que la imagen se forme en el plano
retiniano, como hacen las lentes que constituyen el objetivo de una cámara
fotográfica. Entre la córnea y el cristalino hay una sustancia líquida llamada
humor acuoso. Antes del cristalino tenemos el iris, cuya abertura central
(pupila) puede variar de tamaño, lo que permite regular la cantidad de luz que
entra en el ojo. El humor vítreo es una sustancia gelatinosa que ocupa el 80%
del globo ocular: toda la zona comprendida entre el cristalino y la retina. La
zona de la retina que permite una visión con el máximo detalle o resolución se
conoce con el nombre de fóvea. Las señales producidas cuando la luz actúa sobre
los pigmentos existentes en los fotorreceptores de la retina salen del ojo por
medio del nervio óptico, que agrupa alrededor de un millón de fibras para cada
retina.
Las fibras de los nervios ópticos de ambas retinas
alcanzan el quiasma, donde las hemirretinas nasales de cada ojo (no las de las
hemirretinas temporales) se cruzan al lado opuesto del cerebro, formando los llamados
tractos ópticos, que terminan en los correspondientes núcleos geniculados
laterales. El tracto óptico derecho lleva información correspondiente al
semicampo visual izquierdo, mientras que el tracto óptico izquierdo lleva
información correspondiente al semicampo visual derecho. La información de cada
uno de los dos núcleos geniculados laterales se dirige al polo occipital de la
corteza cerebral del mismo lado, donde se sitúa el área visual primaria,
corteza visual, o córtex visual.
El procesamiento de la información visual es complejo
a nivel de la retina, pero es más complejo aún al llegar a los núcleos
geniculados laterales, y al córtex visual. Las señales de distintos
fotorreceptores se combinan y comparan produciendo respuestas oponentes de las células
ganglionares de la retina, cuyos axones constituyen el nervio óptico. A su vez
las señales de salida de los núcleos geniculados laterales también se comparan
y combinan, y este proceso continúa hasta llegar al área V1 del córtex visual,
que es la principal responsable de la percepción visual. Mediante imagen
cerebral basada en técnicas de resonancia magnética nuclear es posible
visualizar las zonas del cerebro activadas por distintas percepciones. La
interacción en el cerebro entre percepciones visuales de distinta naturaleza es
también un hecho, consecuencia de la complejidad del sistema visual humano que
venimos indicando. (Comité Español de Iluminación)
Véase también en:
https://www.lucescei.com/estudios-y-eficiencia/extractos-libro-blanco-de-iluminacion/el-sistema-visual-humano/
Véase también en:
https://www.lucescei.com/estudios-y-eficiencia/extractos-libro-blanco-de-iluminacion/el-sistema-visual-humano/
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